sábado, 25 de septiembre de 2010

Otra tregua

Loco devorador de mi carne,
asesino implacable de mi sed,
qué nostalgia tengo de ti!
No exagero
al decirte que te invento
en cada rincón,
que saboreo gozosa
sudores y olores
y cierro los ojos
y sigo viendo
los tuyos mansos,
entregados,
mirándome erguida
galopar en la cima.

Y si desato soberbia
la ira,
y maldigo la suerte,
es sólo
por lo contrarias que son
tu vida y mi muerte,
tu muerte y mi vida,
pero como un sino inexorable
arrastro las horas
que he recogido del mundo
a tus pies...
para otra vez ser víctima
de la gloria
que se teje en la tormenta
de tus manos en mis muslos,
tus piernas, las mías...
se entrelazan
y un labio, el otro...
sucesivamente
irrepetiblemente...

¿Qué tregua más podría desear
sino la instantánea vida
que fecundas en mi?

Quédate otra noche, hombre,
a exaltar la luna con el febril
aliento que estalla insolente
de los cuerpos consumiéndose
y caigamos derribados,
naúfragos en una mar
de leche y sal,
constelados por los besos.

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