domingo, 25 de enero de 2009

* La DesPeDiDa *

¿Y qué será, Nathalie, de nosotros. Tú en mi memoria, yo
en la tuya como esos pobres amantes que mientras se
buscaban
de una ciudad a otra, llegaron a morir

-complacencias del narrador omnividente, tristezas de su
ingenio- justo en la misma pieza de un hotel miserable
pero en distintas épocas del año?

Absurdo todo pensamiento, toda memoria prematura y
particularmente dudosa
cualquiera lamentación en nuestro caso;
es por una deformación profesional que me permito este
falso aullido
ávido y cauteloso a un mismo tiempo. “Todo es triste –me
escribes- y confuso,
y yo quisiera olvidarlo todo”. Pero te das incluso, entre
paréntesis
el lujo de cobrarme una pequeña deuda y la palabra adiós
se diría que suena
de un modo estrictamente razonable.

El amor no perdona a los que juegan con él. No tenemos
perdón del amor, Nathalie
a pesar de tu tono razonable
y este último zumbido de la ironía, atrapada en sí misma,
como una cigarra por los niños.
El viento nos devuelve, a ti en Bonnieux
a mí en un París que a cada instante rompe, contra toda
expectativa,
sus vagas relaciones lluviosas con el sol,
el peso exacto de nuestras palabras de las que hicimos un
mal gasto al cambiarlas por moneda liviana, pequeñísima
y este negocio de vivir al día no era más que, a lo lejos, una
bonita fachada
con angustiados gitanos en la trastienda.

El viento al que jugamos, Nathalie, mientras soplaba del
lado de lo real, en la Camargue, nos devuelve
-extramuros de la memoria, allí donde el mar brilla por su
ausencia
y no hay modo de estar realmente desnudo-
palmerales roídos por la arena, el sibilino rumor de una
desolación con ecos
de voces agrias que se confunden con las nuestras.
Es la canción de los gitanos, forzados
a un nuevo exilio por los camino de Provenza
bajo ese sol que se ríe a mandíbula batiente del
verano y sus pequeños negocios.


Son historias, también tristemente confusas. La diferencia
está en que nosotros bajamos
desde el primer momento el diapasón de la nuestra;
sí, gente civilizada… guardando, claro está, las debidas distancias
-mi desventaja, Nathalie- entre tu tribu y la mía.

Pero Lulú es testigo del Tarot; Lulú que parece haber nacido
bajo todos los signos del zodíaco
antes hada madrina que rigurosa vidente,
ella lo sabe todo a ciencia incierta, tu amiga.
Nada con los romanos y sus res gestae; el porvenir se lee
bajo la inspiración
de los aerolitos, en la mano misma;
entre griegos no hay líneas decisivas; una muerte que dice,
únicamente ella,
la última palabra de lo que un hombre fue; y el temblor en
las manos, Nathalie,
el brillo o la humedad en los ojos, el deseo.
Lulú, Lulú, y éramos nosotros esos montes de Venus,
viejecilla, tus huéspedes:
una amiga de toda la vida que se pegaba, otra
vez, a tus faldas
en compañía de un silencioso, delirante extranjero.
Contra toda evidencia corroboro tus pronósticos:
ella y yo, querida, hicimos un largo viaje;
nos casamos en Santiago de Chile, fuimos espantosamente
felices, sumamos nuestros hijos respectivos y aún
nos quedó tiempo para reproducirnos con prodigalidad,
para volver a Bonnieux en compañía de tus nietos mucho
más que legítimos.
Si nada de esto ocurrió, querida, de más está decir que lo
tomarás tranquilamente,
digo mejor; metafísicamente.
Te habías limitado a constatar, lo sé muy bien, no la miseria
de los hechos
sino los encantos de la verdad: ese temblor en las manos.
Tú eres más razonable que nosotros: existen una historia de
de lo que pudo ser
“n’ importe où hors du monde”,
te mereces, Lulú, una cita de Baudelaire,
múltiples besos en las dos mejillas,
mi adiós a una Francia con la que te confundo, la única
eterna ojalá, viejecilla.

Ah, nosotros en cambio, ni griegos ni romanos; gente
dejada de sus propias manos, los que cambiamos el
disco rápidamente
por temor a que los gritos llegaran al techo.
Tránsfugas de la tribu en la tierra de nadie; calculadores,
jugadores y tristes por añadidura. Y confusos.
Es por una deformación profesional que me permito,
Nathalie, mojar estos originales
con lágrimas de cocodrilo frente al espejo
escribiéndote,
tratando de sortear la duplicidad del castigo.
En mi memoria, Nathalie, y en la tuya, allí nos
desencontraremos para siempre
-el amor no perdona a los que juegan con él-
como si de pronto el espejo te devolviera mi imagen;
trataré de pensar que habrás envejecido.

Enrique Lihn

jueves, 8 de enero de 2009

*De La DanZa NocTurNa Y DeL CieGo QuE SePa aDiViNarLa*

Adivina la danza
que inventaron
mis noches impacientes.
Adivina el vaivén
de mi compás.
Adivina, ciego,
el ritmo que arde
en mi vientre.
Adivina la tibieza
desnuda en la oscuridad.
Adivina cómo alumbra
el tacto esta muerte.
Adivina la danza,
adivina esta suerte,
que ya no habrá paz..

miércoles, 7 de enero de 2009

Hermosura de la Dialéctica!

Estoy viva
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos,
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.

No se ha educado aún mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres,
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.

Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.

Sí.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espieral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire
,
gozándome en el ser que me sustenta,
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.

Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.

Gioconda Belli




Fue la mejor forma que encontré para empezar de nuevo...